Anoche me olvidé en el chino el último paraguas que me regalaste, el que parece una vaca de color rosa. Me dio pena porque era sin duda el más bonito, pero también sentí cierto alivio. No se que es peor: el mal tiempo que hace en Londres o el tiempo que he sufrido desde que te fuiste, pero una cosa está clara: ya es hora de que me compre un buen chubasquero y me deje de falsos complementos. A lo que no pienso renunciar es a los estampados extravagantes; esos se han vuelto imprescindibles en mi vida, gracias a ti.

Ahora solo espero que cuando vuelva a salir a la calle en un día de lluvia no me olvide de mí en algún rincón.