He necesitado que me cohibieran cuatro paredes para darme cuenta de que estaba enamorado. Tumbado, con los sentimientos en horizontal, ya no me pesan tanto las inseguridades. Mi interior estalla de rojo, pero mi piel cada vez se torna más añil. Los vítores que tanto temía se van apocando, tan solo yo los ecualizo. Cuando por fin salga de este cofre con pinchos, seré capaz de mirarlos a la cara, y pronunciaré con voz entera y reverberante que vivo para ser artista.